lunes, 30 de octubre de 2017

La Nada. (Microrrelato para la Noche de Todos los Santos)

 
  He despertado de un sueño hermoso que he olvidado al instante. Razones hay de sobra. La esencia del terror se ha apoderado de mi. He abierto los ojos aún con la sonrisa en los labios y una paz infinita en mi interior para descubrir que me rodea una oscuridad absoluta, impenetrable, insondable, la misma que encontramos cuando cerramos los ojos por la noche cuando vamos a dormir. Resulta difícil saber si mis párpados están abiertos en realidad, pues la negritud es total, la misma que podemos apreciar cuando apagamos la linterna en una sima a cientos de metros de profundidad bajo tierra. Mi cuerpo está agarrotado, no puedo mover ni un solo músculo, ni un solo dedo. No puedo emplear ninguno de los sentidos. No tardan en llegar la ansiedad, la claustrofobia, las dificultades respiratorias, la incapacidad de gritar… ¿dónde estoy? ¿cuánto tiempo voy a estar así? ¿se trata de una terrible pesadilla? No, no lo creo, estoy plenamente consciente, totalmente despierto. No es un mal sueño. Ha de tratarse de algo muy diferente…pero ¿de qué?...

©Javier Carrasco 2017

domingo, 17 de septiembre de 2017

Divide y vencerás



 Vivimos inmersos en una sociedad de consumo convulsivo, dentro de una fase de capitalismo voraz, donde lo único que preocupa es el dinero, la apariencia física, hacerse con el último modelo de móvil o inventarnos una vida ficticia para compartir en las redes sociales con gente que ni siquiera conocemos. En efecto, nos ha tocado una época en la que el excesivo culto a lo material, a la vanidad más absurda, nos ha conducido no sólo a la crisis económica sino a la de los valores humanos también.
Términos como “solidaridad”, “compromiso” o “tolerancia” están cayendo en el olvido porque   han dejado de estar de moda. Pero centrémonos en el primero de estos términos.

  Resulta lamentable ver como cada vez somos menos solidarios con los demás, con las personas que están atravesando dificultades, con los refugiados, los inmigrantes, que incluso llegan a ser víctimas del más despreciable racismo y rechazo. Mientras que no nos toque a nosotros de lleno podemos estar tranquilos, ¿verdad?  Pero lo que ya resulta repugnante de veras es cuando se menosprecia o se intenta ridiculizar a aquellos que todavía mantienen la dignidad de tender una mano al necesitado, de apoyarles en la lucha contra las injusticias generalmente provocadas por los abusos de los que ostentan el poder económico.
  Hemos olvidado que el género humano alcanzó su hegemonía en la escala natural gracias a su capacidad de socialización, ya desde los tiempos en que éramos tribus y nos organizábamos en grupos para que la caza de animales peligrosos tuviera éxito. La unión hace la fuerza. Divide y vencerás. Nunca existieron máximas tan ciertas.

  Hoy en día la solidaridad de antaño ha sido reemplazada por la estúpida competitividad, de la mano del neoliberalismo triunfante. Conviértete en el mejor de todos, sé el primero y el más poderoso, caiga quien caiga. Así nos la meten doblada una y otra vez.

  Personalmente, simpatizo con aquellos grupos sociales y políticos que pese a todo siguen apostando de manera desinteresada por la lucha contra las injusticias sociales, y que no son ni “radicales” ni “podemitas” –como despectivamente los llaman algunos cavernícolas trasnochados –sino personas solidarias y comprometidas con sus semejantes. Los prefiero a aquellos otros que fomentan las desigualdades y la pobreza para así poder enriquecerse. A éstos, por supuesto, prefiero ni nombrarlos.


lunes, 28 de agosto de 2017

Las lenguas de España





  Es hecho evidente que España es un país formado históricamente a partir de diferentes reinos surgidos en la edad media y de ahí se explica la pluralidad cultural y social existente, siempre enriquecedora. España no es una, como erróneamente promulgaba el franquismo fascista o el afán imperial de los reyes católicos allá en el siglo XV. Parte de ese rico patrimonio multicultural lo constituyen las diferentes lenguas que a día de hoy se hablan en el país, patrimonio vivo, porque lo forman los diferentes pueblos que las hablan.
  Así pues, resulta patético que aún hoy, después de tantos años de democracia pacífica, resalten voces en contra del uso de otras lenguas distintas a la castellana dominante. Las lenguas, al igual que los pueblos que las hablan, están sujetas a un nacimiento y evolución histórica que algunos parecen ignorar. A excepción del euskera, cuyo origen es más difícil determinar aunque todo apunta a que se trate de una lengua pre-indoeuropea, el castellano, el catalán y el gallego/portugués son el resultado de la evolución del latín, la lengua traída por los romanos, en la península ibérica. Son por tanto lenguas que van unidas a manifestaciones culturales, con su propia literatura.
  Todo español o española debería sentirse orgulloso por cada una de estas lenguas sujetas a culturas tan ricas y en verdad resulta vergonzoso que desde el gobierno central no se haya potenciado su estudio en colegios, institutos o universidades más allá de las fronteras de las comunidades autónomas donde se hablan. Habría que darles la importancia similar que se le da al estudio de otras lenguas habladas en otros países, como son el inglés, francés, alemán, etc.
  Resulta triste y paradójico que haya gente que se indigne cuando se dirigen a ellos en otra lengua que no sea el castellano, especialmente cuando se encuentran en Catalunya, Euskadi o Galicia. Es normal que ocurra, nadie tiene por qué saber las lenguas que hablas. A mi me ha pasado, me han confundido con un catalán o vasco, y cuando ven que sólo hablo castellano me responden en la misma lengua, y si no –esto sólo me ha ocurrido unas pocas veces – pues no me lo  tomo a mal, porque en la mayoría de los casos se debe a despistes y además entiendo perfectamente lo que me están diciendo. Tienen todo el derecho del mundo a hablarme en su lengua.
   No me gusta ser mal pensado, pero intuyo que  los que se escandalizan por el uso de otras lenguas distintas al castellano -y no por las desigualdades económicas y sociales que fomenta hoy en día el neoliberalismo capitalista, por ejemplo-  es porque todavía conservan en sus conciencias clichés del más casposo franquismo.

Javier Carrasco