sábado, 17 de noviembre de 2018

Tradición golpista en España. Los otros 23 F que pasaron inadvertidos.


  Desde el mismo nacimiento de la democracia española, y  siguiendo una amplia tadición golpista que remonta hasta el siglo XIX, han existido detractores de los principios  y libertades democráticos a lo largo de todo el periodo conocido como la Transición y que no dudaron en conspirar para acabar con el sueño democrático recurriendo al consabido golpe militar. El caso más sonado y que más divulgación alcanzó fue el de  23F, que tuvo lugar en 1981, perpetrado por el teniente coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero y los generales Miláns del Bosch y Alfonso Armada, entre otros militares de rango inferior. Pero, para sorpresa de muchos, ése no fue el único intento, como veremos a continuación.



  1978. “Operación Galaxia”
 Se trata del nombre en clave que recibió el plan y que se refiere al lugar habitual de reunión de los conspiradores, la ya desaparecida Cafetería Galaxia de Madrid, entre los cuales, cómo no, se encontraban Antonio Tejero (ya apuntaba maneras), el capitán de la entonces Policia Armada Ricardo Sáenz de Ynestrillas, los comandantes de infantería Manuel Vidal Francés y Joaquín Rodríguez Solano y el capitán de Infantería José Luis Alemán Artiles. La idea era acabar con el gobierno de Suárez (UCD) y detener los procesos de reforma política llevados a cabo.
  La fecha prevista para el golpe de Estado era el viernes 17 de noviembre de 1978, elegida porque el rey Juan Carlos I estaría de viaje oficial en México. El plan consistía en la ocupación del palacio de La Moncloa,  por parte de 200 miembros de la Policía Armada, con el secuestro del presidente Suárez. No obstante, Vidal Francés decidió delatar la reunión, desmontando la conspiración; al día siguiente todos serían detenidos. También existe la versión de que podría haber sido el coronel Federico Quintero Morente quien alertó de la reunión.
  El gobierno de Suárez no respondió con contundencia y las condenas de los golpistas fueron suaves, por lo que tres años más tarde, el 23 de febrero de 1981, Antonio Tejero volvería a las andadas, aunque esta vez entraría en el congreso pistola en mano y acompañado de guardia civiles armados con ametralladoras, protagonizando el golpe más famoso de todos.


1982. La conspiración de “los Coroneles”.
 Se descubrió a principios de octubre de 1982, antes de las Elecciones Generales de la que resultaría ganador por primera vez Felipe González (PSOE). Los implicados fueron los coroneles de Artillería Luis Muñoz Gutiérrez y Jesús Crespo Cuspinera, y el hermano de este último, el teniente coronel José Crespo Cuspinera. El plan consistía en preparar varias acciones violentas contra personalidades progresistas, autonomistas y de izquierdas, para posteriormente culminar con una gran explosión en un bloque de viviendas militares de Madrid. De todo ello se culparía a ETA y a la ineficacia en la lucha contra el terrorismo, todo lo cual justificaría la intervención militar.
  Los tres detenidos fueron procesados, pero no se profundizó en la investigación. El consejo de guerra emitió sentencia el 14 de abril de 1984 con una pena de 12 años y un día de prisión por un delito de conspiración para la rebelión. La estrategia del PSOE, que ganó las elecciones del 28 de octubre por mayoría absoluta, fue la de minimizar esta conspiración para intentar restablecer unas relaciones con un ejército desconfiado.



1985. “El zambombazo”
  Fue un intento de golpe de estado liderado por un grupo de militares, apoyados por civiles, que debió haberse llevado a cabo en La Coruña, durante el desfile militar del Día de las Fuerzas Armadas. En esta ocasión los golpistas planearon asesinar al entonces Presidente del Gobierno, Felipe González, al vicepresidente primero, Alfonso Guerra, al ministro de Defensa, Narcís Serra, a los jefes de la cúpula militar, los almirantes Ángel Liberal y Guillermo Salas y los tenientes generales José María Sáenz de Tejada y José Santos Peralba. De la misma manera pretendían asesinar al rey Juan Carlos, a la reina y a las dos infantas.
  El múltiple magnicidio se llevaría a cabo mediante la explosión de una o varias bombas situadas bajo la tribuna de autoridades. Para ello los conspiradores tenían previsto alquilar un edificio con sótano próximo a la tribuna y horadar un túnel en el que colocar más de 100 kilos de potentes explosivos. Estos habrían sido proporcionados por un empleado de una empresa constructora, pues el uso de material explosivo procedente de las fuerzas armadas habría delatado la conspiración militar. Más tarde, ETA habría sido culpada del ataque.
  La intentona fue abortada durante la Semana Santa de 1985 por los mismos organizadores. El CESID hizo notar a los conspiradores que se encontraban estrechamente vigilados, tras lo cual decidieron detener sus planes. 
 Sin embargo, y resulta difícil de entender, dada la gravedad del intento, nadie fue detenido ni juzgado y el asunto permaneció oculto para la opinión pública durante más de quince años. El gobierno, en su afán por no hacer pública la fragilidad de la democracia española meses antes de la entrada de España en la Unión Europea, y con el objetivo de no dar a la ultraderecha más mártires que los que ya se encontraban en prisión, decidió limitar su acción, no llevar a cabo ningún tipo de actuación y ocultar el asunto.
  Lo de “el zambombazo” viene por las frases publicadas en un artículo del diario ultra  El Alcázar que constituyó una de las pistas para detectar el complot: “Es preferible entrar en el Apocalipsis por Madrid, Sevilla, Valencia o La Coruña. Mejor La Coruña, porque si el zambombazo deja lagunas incontaminadas, zonas de rehabilitación y continuación de la vida y la historia, si la Cosa Tremenda no es total, en Galicia podría salvarse la Civilización sin echar de menos nada".



1987. Tras el atentado de ETA en el Hipercor de Barcelona.
  Esta información proviene de las declaraciones ofrecidas por el exlehendakari José Antonio Ardanza en mayo de 2012, según el cual “la situación era cada vez más delicada, los atentados se iban sucediendo, sucediendo y sucediendo, y no había ningún éxito en la lucha para evitar la situación de violencia" y recordó la oleada de atentados entre 1986 y 1987 contra militares que desembocaron en el de Hipercor, un ataque terrorista contra la sociedad civil a gran escala.
  Según palabras del lehendakari “los militares tomaron conciencia de que la sociedad se rebelaba y que el Gobierno no era eficaz…pensaron otra vez en que había que poner orden. También declaró que el propio presidente del Gobierno, Felipe González, fue quien le comunicó, "muy preocupado", las intenciones golpistas.





  Todavía a día de hoy, como lo demuestran recientes noticias aparecidas en los medios, y a raíz de acontecimientos como la intención de exhumar al dictador Franco del Valle de los Caídos, o del indenpendentismo catalán, algunos militares, nostálgicos de la dictadura y enemigos de los valores y libertades democráticas, hacen manifiestos y declaraciones en favor del más grande de los golpistas, aquel que condujo al país a una cruenta guerra civil cuya herida aún no está completamente cerrada. De igual manera, a ciertos dirigentes conservadores se les llena la boca de “golpismo” haciendo un uso viciado e incorrecto del término, a la par que demostrando una  flagrante ignorancia acerca de la reciente Historia de España.  Paradójicamente, en España todos los golpes de estados han sido auspiciados y apoyados por la derecha conservadora.