Quién iba a
decirle que llegaría a ser su personaje predilecto. Desde el principio había
puesto en mí grandes expectativas. Quería que fuese su personaje más profundo,
el más logrado de todos. Invirtió muchas horas de trabajo y estudio, pues
quería dotarme de una personalidad sólida y compleja. Rebuscó y rebuscó en cada
rincón de su dilatada imaginación los detalles más ínfimos para que en su
conjunto el resultado fuese el inicialmente deseado. E incluso recurrió a personas de la vida real para inspirarse y
tomar de cada una de ellas aquellos
aspectos psicológicos que más le interesaron, tanto positivos como negativos.
Fue ardua la tarea, pero al final estaba satisfecho con el perfil de su
personaje más completo. Había creado una criatura de ficción dotada de cuerpo y
alma, que nada tenía que envidiar a cualquier persona del mundo real. Tan
orgulloso estaba de mí que incluso llegó a considerarme uno de sus “amigos de
verdad”. Y no mentía. En determinadas ocasiones pensaba y opinaba siguiendo el
punto de vista y los juicios de valores que había ideado para mí. Tanto
abusaría de esta práctica que cierto día le hice una proposición que habría de
dejarlo perplejo:
-¿Porqué no
invertimos los roles? –le dije. Déjame que sea yo el escritor, la persona real,
y tú te conviertas en el personaje de ficción.
-Pero ¿qué
estupideces dices? –fue todo lo que acertó a decir. Vivimos en dimensiones tan
distantes que ese cambio de papeles del que hablas jamás podría materializarse.
-¿Qué te hace
estar tan seguro de eso que dices? –le conminé, aumentando aún más su
perplejidad. Aunque vivamos en mundos tan diferentes todo se reduce a una
simple cuestión psicológica y que no va más allá de las lindes del pensamiento.
Sólo actúa como lo haría yo y déjame a mí ser el autor, el escritor, el creador
de personajes.
-¿Y qué dirán de
mí los que me conocen? –dijo casi a la defensiva. Pensarán que me he vuelto
loco, que algún tipo de esquizofrenia se ha apoderado de mi mente.
-Podríamos
considerarlo como un juego, algo
meramente lúdico –le dije para tranquilizarlo. Hagamos una prueba durante algún
tiempo. No tiene porque ser algo definitivo. Como regla del juego podemos
considerar que si alguno de los dos no se siente conforme en su nueva vida
volvemos a cambiar los roles y aquí no ha pasado nada.
Hace ya algún tiempo que pusimos en práctica
el cambio y la verdad es que ha sido muy satisfactorio para ambos. He escrito
una novela dedicada a mi creador, donde aparece como protagonista. Se trata de
un escritor cansado de la sociedad que le ha tocado vivir y que de la noche a
la mañana desaparece sin dejar rastro, como si la tierra se lo hubiese tragado,
creando gran estupor y desconcierto entre sus seguidores y detractores. He
encontrado a varios editores interesados en su inmediata publicación. No nos
podemos quejar. Por ahora las cosas han ido bien para ambos.
©Javier Carrasco
2012