viernes, 25 de marzo de 2016

Jesús de Nazareth: el primer "hippie" de la Historia.



  

 Casi nadie duda hoy de la existencia del Jesús de Nazareth histórico, el rabí de la secta nazarita que se reveló contra el judaísmo imperante al servicio de la Roma imperial.  La prueba más evidente es la existencia de los cuatro evangelios del Nuevo Testamento, que fueron escritos un siglo después, así como los llamados evangelios apócrifos, no incluidos en la Biblia. Todos ellos hablan acerca de la vida y enseñanzas de este gran personaje.
  A Jesús le ocurrió un poco como a Cristóbal Colón unos siglos después: ambos iniciaron un viaje que trascendió a sus propias vidas. El primero murió sin saber que había sentado las bases de una de las religiones más influyentes del mundo, y el segundo tampoco supo que su nueva ruta a la India le había llevado a un vasto continente, desconocido para casi todos. Grandes paradojas de la vida.

  De esta manera, el rabí, al igual que otros tantos líderes político-religiosos de la Palestina, provincia oriental del imperio romano, del siglo I, se vio en la necesidad de luchar contra el poder opresor del judaísmo oficial, representado por el rey Herodes y la casta sacerdotal del Templo, y que no eran sino marionetas del poder imperialista de Roma, al que rendían pleitesía, a cambio de ciertos privilegios. Un poco como ocurre hoy en día con los gobiernos neoliberales al servicio del gran poder del FMI y de la Troika, para que nos entendamos.

  Su doctrina iba encaminada a liberar al pueblo judío oprimido y a depurar al judaísmo del Templo, que se había amoldado a las exigencias de Roma, apartándose por tanto de la tradición, corrompiéndose. Jesús, como la mayoría de sus compatriotas, estaba harto de tanta barbarie, de tanto derramamiento de sangre inútil, de tanta corrupción y entonces toma las riendas de un movimiento revolucionario, ya iniciado por su primo asesinado Juan el Bautista, cuya máxima pretende acabar con dicha barbarie y corrupción de poder: ama a tu prójimo como a ti mismo. Una ideología basada en el amor como ésta en un mundo lleno de salvajismo y calamidades se expandió por todo el orbe como la pólvora. Casi dos mil años después, la ideología pacifista “hippie” toma planteamientos similares ante la escalada bélica imperante en plena Guerra Fría.

  Es en esa expansión de las enseñanzas de Jesús cuando empiezan a producirse las por otro lado inevitables influencias de las culturas y creencias locales, es decir, cuando el cristianismo pasa a Siria, Grecia, Egipto, y es cuando comienza el proceso de “divinización” de su figura. Un dato curioso es que en los evangelios jamás se llama él a si mismo “Hijo de Dios”, costumbre esta que sí practicaban los emperadores y faraones, pero que en tiempos de Jesús y en Palestina sería considerado un monumental sacrilegio. Así pues cuando la nueva doctrina llega a un territorio extranjero sufre la correspondiente “adaptación” al medio. Eso se ve claramente a lo largo de la historia y con todas las grandes religiones.

  No obstante, fue Roma la que más deformó y tergiversó la doctrina cristiana originaria al traspasarla a su organizadísima sociedad estamental. Se puede decir que a partir de aquí la Iglesia hereda las características de poder imperialista que darán al traste con aquel primitivo mensaje lanzado por Jesús, y que tantas controversias y magnicidios han producido con el devenir de los siglos. He ahí otra gran paradoja: tanto afán en convertir a la pagana “ramera” que a su vez trastocaría para siempre la esencia de la doctrina, el mensaje del mesías libertador.
 
© Javier Carrasco

domingo, 20 de marzo de 2016

El Rock Sinfónico





    Desde finales de los 60 y durante toda la década de los 70 surgieron bandas de rock que quisieron ir más allá y experimentar hasta  llevar al género a cotas que lo igualaran a la música clásica, me refiero a grupos como Pink Floyd, Gènesis, Camel, King Crimson, Yes, Alan Parson’s Project…y un largo etcétera, que por la influencia de la formación en música clásica de sus integrantes se lanzaron a la exploración de nuevos sonidos e ideas, con un resultado que se puede considerar infranqueable.

  Estos grupos hacían un tipo de música muy elaborada, como si de sinfonías –de ahí el nombre del subgénero-  u otras composiciones clásicas se tratara, de hecho, muchos de ellos pensaban que estaban creando la música clásica contemporánea.

 Este tipo de rock era muy imaginativo, podías fácilmente  “ver” con tu cerebro lo que te sugería, te hacía evadirte de la realidad, como con el uso de las drogas psicodélicas, tan de moda en la época, pero sin ser tan nociva como aquéllas.


 Con el paso de los años, y de las décadas, este apreciado subgénero fue rebautizado con el horrible nombre de rock “progresivo” – y que a mi me suena a nombre de tiempo verbal: el pasado o el presente progresivo- e incluso hoy en día, con esta moda absurda de cambiarle el nombre a todo, ha sido rebautizado como “rock pro”. Menuda estupidez. Mucho mejor es mantener su denominación inicial,  por respeto profesional y por precisión histórica.

  En mi caso, el grupo que más me influyó y al que más oí fue a Pink Floyd, la banda británica más famosa de este estilo, quizá también la más comercial. Sus conciertos eran –y los siguen siendo- sobrecogedores, con una puesta en escena siempre respetuosa con el entorno y donde música, imagen e imaginación se daban la mano a partes iguales. 

Por supuesto que a España también llegó su influencia, como puede comprobarse al escuchar a grupos como Los Módulos, Canarios y sobretodo  los míticos Triana que a su vez crearon un subgénero único, el denominado rock “andaluz”.