Desde el mismo nacimiento de la democracia
española, y siguiendo una amplia
tadición golpista que remonta hasta el siglo XIX, han existido
detractores de los principios y
libertades democráticos a lo largo de todo el periodo conocido como la
Transición y que no dudaron en conspirar para acabar con el sueño democrático
recurriendo al consabido golpe militar. El caso más sonado y que más
divulgación alcanzó fue el de 23F, que tuvo lugar en 1981,
perpetrado por el teniente coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero y los
generales Miláns del Bosch y Alfonso Armada, entre otros militares de rango
inferior. Pero, para sorpresa de muchos, ése no fue el único intento, como veremos
a continuación.
1978. “Operación Galaxia”
Se trata del nombre en clave que recibió el
plan y que se refiere al lugar habitual de reunión de los conspiradores, la ya
desaparecida Cafetería Galaxia de Madrid, entre los cuales, cómo no, se
encontraban Antonio Tejero (ya apuntaba maneras), el capitán de la entonces Policia Armada Ricardo Sáenz de Ynestrillas,
los comandantes de infantería Manuel Vidal Francés y Joaquín Rodríguez Solano y
el capitán de Infantería José Luis Alemán Artiles. La idea era acabar con el
gobierno de Suárez (UCD) y detener los procesos de reforma política llevados a
cabo.
La fecha prevista para el golpe de Estado era
el viernes 17 de noviembre
de 1978,
elegida porque el rey Juan Carlos I estaría de viaje oficial en México. El plan consistía en la
ocupación del palacio de La Moncloa, por parte de 200 miembros de la Policía
Armada, con el secuestro del presidente Suárez.
No obstante, Vidal Francés decidió delatar la reunión, desmontando la
conspiración; al día siguiente todos serían detenidos. También existe la
versión de que podría haber sido el coronel Federico Quintero Morente quien
alertó de la reunión.
El gobierno de Suárez no respondió con
contundencia y las condenas de los golpistas fueron suaves, por lo que tres
años más tarde, el 23 de febrero de 1981, Antonio Tejero volvería a las
andadas, aunque esta vez entraría en el congreso pistola en mano y acompañado
de guardia civiles armados con ametralladoras, protagonizando el golpe más
famoso de todos.
1982. La
conspiración de “los Coroneles”.
Se descubrió a principios de octubre de 1982,
antes de las Elecciones Generales de la que resultaría ganador por primera vez
Felipe González (PSOE). Los implicados fueron los coroneles de Artillería Luis Muñoz Gutiérrez y Jesús Crespo Cuspinera, y
el hermano de este último, el teniente coronel José Crespo Cuspinera. El
plan consistía en preparar varias acciones violentas contra
personalidades progresistas, autonomistas y de izquierdas, para posteriormente
culminar con una gran explosión en un bloque de viviendas militares de Madrid.
De todo ello se culparía a ETA y a la
ineficacia en la lucha contra el terrorismo, todo lo cual justificaría la
intervención militar.
Los tres detenidos fueron procesados, pero no
se profundizó en la investigación. El consejo de guerra emitió sentencia el 14
de abril de 1984 con una pena de 12 años y un día de prisión por un delito de
conspiración para la rebelión. La estrategia del PSOE, que ganó las elecciones del 28 de octubre
por mayoría absoluta, fue la de minimizar esta conspiración para intentar
restablecer unas relaciones con un ejército desconfiado.
1985. “El
zambombazo”
Fue un intento de golpe de estado
liderado por un grupo de militares, apoyados por civiles, que debió haberse
llevado a cabo en La Coruña, durante el desfile militar del Día de las Fuerzas Armadas.
En esta ocasión los golpistas planearon asesinar al entonces Presidente del Gobierno, Felipe González, al vicepresidente primero, Alfonso Guerra,
al ministro de Defensa, Narcís Serra,
a los jefes de la cúpula militar, los almirantes Ángel Liberal y Guillermo Salas
y los tenientes generales José María Sáenz de Tejada
y José Santos
Peralba. De la misma manera pretendían asesinar al rey Juan Carlos,
a la reina y a las dos infantas.
El múltiple
magnicidio se llevaría a cabo mediante la explosión de una o varias bombas
situadas bajo la tribuna de autoridades. Para ello los conspiradores tenían
previsto alquilar un edificio con sótano próximo a la tribuna y horadar un
túnel en el que colocar más de 100 kilos de potentes explosivos. Estos habrían
sido proporcionados por un empleado de una empresa constructora, pues el uso de
material explosivo procedente de las fuerzas armadas habría delatado la
conspiración militar. Más tarde, ETA habría sido
culpada del ataque.
La intentona fue abortada durante la Semana Santa de 1985
por los mismos organizadores. El CESID hizo notar a
los conspiradores que se encontraban estrechamente vigilados, tras lo cual
decidieron detener sus planes.
Sin embargo, y resulta difícil de entender,
dada la gravedad del intento, nadie fue detenido ni juzgado y el asunto
permaneció oculto para la opinión pública durante más de quince años. El
gobierno, en su afán por no hacer pública la fragilidad de la democracia
española meses antes de la entrada de España en la Unión Europea,
y con el objetivo de no dar a la ultraderecha
más mártires que los que ya se encontraban en prisión, decidió limitar
su acción, no llevar a cabo ningún tipo de actuación y ocultar el asunto.
Lo de “el zambombazo” viene por las frases
publicadas en un artículo del diario ultra El Alcázar que constituyó una de las pistas
para detectar el complot: “Es preferible entrar en el Apocalipsis por Madrid,
Sevilla, Valencia o La Coruña. Mejor La Coruña, porque si el zambombazo deja
lagunas incontaminadas, zonas de rehabilitación y continuación de la vida y la
historia, si la Cosa Tremenda no es total, en Galicia podría salvarse la
Civilización sin echar de menos nada".
1987. Tras el
atentado de ETA en el Hipercor de Barcelona.
Esta información proviene de las
declaraciones ofrecidas por el exlehendakari José Antonio Ardanza en mayo de 2012, según el cual “la situación
era cada vez más delicada, los atentados se iban sucediendo, sucediendo y
sucediendo, y no había ningún éxito en la lucha para evitar la situación de
violencia" y recordó la oleada de atentados entre 1986 y 1987 contra
militares que desembocaron en el de Hipercor, un ataque terrorista contra la
sociedad civil a gran escala.
Según palabras del lehendakari “los militares
tomaron conciencia de que la sociedad se rebelaba y que el Gobierno no era
eficaz…pensaron otra vez en que había que poner orden. También declaró que el
propio presidente del Gobierno, Felipe González, fue quien le
comunicó, "muy preocupado", las intenciones golpistas.
Todavía a día de
hoy, como lo demuestran recientes noticias aparecidas en los medios, y a raíz
de acontecimientos como la intención de exhumar al dictador Franco del Valle de
los Caídos, o del indenpendentismo catalán, algunos militares, nostálgicos de
la dictadura y enemigos de los valores y libertades democráticas, hacen
manifiestos y declaraciones en favor del más grande de los golpistas, aquel que
condujo al país a una cruenta guerra civil cuya herida aún no está
completamente cerrada. De igual manera, a ciertos dirigentes conservadores se
les llena la boca de “golpismo” haciendo un uso viciado e incorrecto del
término, a la par que demostrando una
flagrante ignorancia acerca de la reciente Historia de España. Paradójicamente, en España todos los golpes de
estados han sido auspiciados y apoyados por la derecha conservadora.