El pasado 23 de julio de 2023, a una semana de la fecha de publicación de este artículo, tuvo lugar en España un hecho sin precedentes en todo el territorio de la Comunidad Europea: por medio de las urnas España dijo no al avance de la extrema derecha. En unos comicios con unos resultados muy ajustados, donde el Partido Popular obtuvo el mayor número de votos, declarándose como ganador pero sin mayoría absoluta, ni posibilidad de alcanzarla mediante pacto con la ultraderecha, por lo que se trata de una victoria amarga.
Tras el descalabro del bloque de la izquierda en las elecciones municipales y autonómicas del pasado 28 de mayo, el presidente del gobierno, Pedro Sánchez (PSOE) en una sorprendente y a primera vista arriesgada maniobra anunció la disolución de las Cortes y el adelanto de las Elecciones Generales que en un principio iban a celebrarse en noviembre de este año. Al mismo tiempo, comenzaron a establecerse pactos entre el partido conservador PP (parte de su electorado todavía adicto al franquismo) y el partido de extrema derecha fascista Vox, para hacerse con ayuntamientos y comunidades autonómicas. Como consecuencia de esos pactos, no tardaron en saltar a los medios libres (no pertenecientes al bloque de la derecha) bochornosos casos de atropello a los derechos LGTBI, a la libertad de expresión cultural, llegándose a prohibir obras literarias de autores clásicos y representaciones teatrales así como el fomento del odio y del miedo frente a grupos minoritarios. No obstante, ya el bloque de la derecha y la ultraderecha se había caracterizado por ejercer durante toda la legislatura del gobierno de coalición de la izquierda, al que calificaban de “gobierno Frakenstein”, siempre ágil en el manejo del insulto y la descalificación, una oposición destructiva, basada en la insolidaridad y el juego sucio, incluso durante los momentos difíciles de la pandemia, adoptando un papel que rayaba en el infantilismo, el negacionismo y la más absoluta imprudencia e insolidaridad, al más puro estilo “trumpista”. La mayoría de los medios propiedad y afines al bloque de la derecha llegaron incluso a blanquear posturas claramente fascistas y nazis de algunos dirigentes sin tapujo alguno.
Con estos antecedentes y ante la perspectiva del avance de la ultraderecha con la amenaza de abolir derechos democráticos alcanzados y ya consolidados, así como la evidencia de un retroceso inminente a épocas oscuras ya superadas, la población progresista se movilizó, viendo claramente que en una democracia como la nuestra la manera de frenar esta amenaza era acudir masivamente a votar a aquellos partidos progresistas que apuestan por avanzar hacia el futuro en un marco de igualdad y de entendimiento democráticos.
Con unos resultados electorales de claro empate entre la derecha y la izquierda se abre ahora un periodo complejo en el que ambos candidatos intentarán buscar pactos políticos que los conduzcan a la presidencia del gobierno. Ojala´ que el bloque progresista encabezado por Pedro Sánchez y la vicepresidenta en funciones,Yolanda Díaz (SUMAR) consigan los apoyos suficientes para reeditar el gobierno de coalición que, aunque la derecha obstinadamente lo niegue, ha conseguido sacar al país de la pandemia de manera honrosa, obteniendo auténticos logros con la aprobación de leyes beneficiosas para el conjunto de la sociedad, como ha sido la de la reforma laboral o la ley del solo sí es sí contra el maltrato machista.
En caso de que ninguna de las negociaciones de los candidatos prosperen habrá que repetir las elecciones el próximo mes de diciembre, coincidiendo con las navidades, que se presentarían bastante atípicas. Personalmente, no me importaría ir a votar zambomba en mano, o formar parte de una mesa electoral comiendo turrón.