Las
tinieblas de la noche me envuelven y te aguardo en mi alcoba, tumbado en la
cama…se acerca la hora. Siento una
mezcla de turbación y desasosiego, por tan inusual experiencia. El vello se me
eriza, el corazón late con mucha fuerza, como si fuera a salir por la boca, Aún
no te veo, pero presiento que avanzas sigilosa por el oscuro pasillo. Se oye un
crujido en la puerta. Permanece cerrada, pero una sombra acaba de emerger
delante de ella. Eres tú, no hay lugar a dudas. Ahora te acercas lentamente,
como si flotaras en el aire, como una mancha de vapor oscuro. Mi corazón se desboca y oprime con fuerza el pecho. Casi no puedo respirar. Te has detenido al borde de mi lecho. Puedo ver tu hermoso rostro con toda nitidez. Un enorme
escalofrío me recorre el espinazo y quedo completamente inmóvil, inerte, ni
siquiera puedo parpadear. La hora ha llegado. Como fiel amante has venido a
buscarme, según lo convenido. Toma pues mi mano con firmeza y guíame en el largo viaje
hacia la eternidad.
© Javier
Carrasco 2016.