Javier Carrasco
Egipto es un país que sorprende, por múltiples razones: su majestuoso pasado milenario, el río Nilo y sus implicaciones geográficas, históricas, culturales, y cómo no, la situación de Egipto en la actualidad, que choca de manera colosal con su glorioso pasado.
Sin lugar a duda lo primero que deja boquiabierto al viajero que pisa Egipto (“Kemet”para los antiguos egipcios, que significa “la tierra negra”, en referencia al fértil barro del Nilo) son las reminiscencias arquitectónicas (templos, pirámides, necrópolis), artísticas (tumbas, relieves, jeroglíficos) y culturales (momias, papiros, utensilios)que han llegado milagrosamente hasta nuestros días enterradas en las ardientes arenas del desierto (Deshret, “la tierra roja).
Hay que advertir al viajero que el Egipto actual es un país donde el índice de pobreza es alto y esto se ve claramente en los pueblos y ciudades que visitemos. Sin embargo, hoy por hoy es seguro, se respeta mucho al turista, porque es una de las principales fuentes de ingreso para los diezmados bolsillos egipcios y su economía al borde del colapso.
Personalmente, la experiencia de viajar a Egipto ha sido muy gratificante, no sólo por el impacto del contacto con sus pirámides, templos y tumbas in situ, sino porque es un país tan único y diferente que es como viajar a otro planeta. Es un viaje que deja huella. Curiosamente, desde mi regreso rara es la noche que no sueño con el antiguo o el actual Egipto. Percibes claramente lo necesario y enriquecedor que resulta leer y viajar para nuestras vidas.
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