viernes, 2 de junio de 2023

Estoria del bigardo Fray Martín

 


De como un rufián llamado Martín tomó los hábitos inspirado por Satán para engañar a doncellas et dueñas, et como obtenía favores luxuriosos dellas.


 Hobo un vil rufián en el reino de Castilla que vivía de engañar al prójimo et de lo que sacaba faciendo trampa a los naipes, et tomando por descuido a incautos et confiados. Más viendo que su negocio menguaba quiso preguntar a su señor Satán, al que adoraba por haber vendido su alma a cambio de una vida licenciosa et llena de excesos et pecados capitales, digo que quísole preguntar a su amo cómo fazer fortuna en tiempos tan desaforados como los que corrían. De esta guisa, Satán díxole que mejor tomara hábitos de orden menor, mendicante, pues podría disfrutar de ciertos privilegios prohibidos para el resto de los mortales.

Así pues el otrora calavera et pendenciero tornose dócil et pío, valiéndose de las artes que su amo Satán le concedía et de esta guisa poder lanzarse por caminos et veredas en busca de almas perdidas et desorientadas para, aprovechándose de tales circunstancias, obtener dineros, comida, bebida et hembra plaҫentera cuando viniese al caso, et todo lo de más que por añadidura podiese caer de los cielos.

Iba pues el fraile bigardo de aldea en aldea, de pueblo en pueblo, siempre esquivando al Santo Oficio que ya había puesto precio a la su cabeҫa, atento a cualquier noticia que le interesara salida de la boca de aquellos que la lengua sujetar no pueden.

  Cierto día, hallábase a la sombra de un fresno pegado a una fuente del camino cuando oyó a una sierva comentar a otra acerca de la su señora:

-Pardiez, Sinforosa, que la mi ama anda hecha unas migas, ora llorando cual Magdalena, ora lanzando gritos y desvaríos, tirándose de los pelos et convulsionando como poseída...

-Vive Dios –repuso la otra- que ha perdido el seso desde que su señor el conde partiese en hueste a Tierra Santa. Et decidme, Clotilde, ¿cómo hallaréis sosiego en esa casa donde la dueña ha perdido el norte y no sabe ni donde le reposa la su cabeҫa?.

Fray Martín que, faciéndose el bobo, había pegado oído al parlamento, azuzado por el demonio vio como en breve podría volver a estar llena su bolsa de maravedíes. Et decía para si: “Por Pólux que ya entiendo el mal por donde le viene. No encontrará mejor remedio que el que yo, humilde siervo de Dios, le pueda facilitar. ¡Por el As de Bastos! –y besaba el dedo pulgar e índice a modo de precaria crux, como es costumbre entre sugetos de su calaña.

Acercose con sigilo y, como aparecido de la nada, díxoles:

-El Señor esté con vuestras mercedes, laboriosas sirvientas. He oído acerca de la enfermedad de una dueña et el mesmo Iesu Christus me ha enviado para ofrecerle remedio, pues en mi monasterio físico soy.

Clotilde, la sierva, era manҫeba algo lerda, retardada en pensamiento y sin rechistar creyó al falso clérigo, a quien ya conducía a la casa de su dueña sin titubeos. Pero antes apartose el fraile con tiento y llenó de agua de una acequia vecina un frasco de vidrio.




Cuando al cabo fray Martín fue conducido ante la condesa Doña Leonor, fue tan grande la dicha que sintió al ver su rostro tan fermoso que olvidó en un soplo las desdichas de su vida. Díxole el fraile a la condesa:

-Mi señora, dispongo de un remedio infalible para acabar con vuestros tormentos. Vayamos a vuestros aposentos y dejadme a mí facer.

La dueña, compungida por las calenturas que la asediaban, tomó al fraile de la mano y a toda priesa lo conduxo a la suya alcoba. Estando ya los dos en la estancia nupcial explicole fray Martín:

-Mi señora, es menester que os quitéis vuestros ropajes para poderos aplicar la milagrosa melecina, pues se trata de agua procedente del Río Jordán que allá en Tierra Santa está et donde fue baptizado Nostro Señor.

Sin objeción alguna desprendiose la bella condesa de todos sus ropajes quedando tal et como vino al mundo, mientras que el fraile zamacuco tenía a la luxuria pintada en el su extasiado rostro, et pensaba para si: “Vive Dios que jamás vi tan excelso cuerpo de divinas proporciones et deslumbrante contorno”. Luego díxole:” Para que el tratamiento tenga mayor efeto, yo también he de rociarme con las santas aguas del Jordán”. Y al punto quedose el fraile como lo echaron al mundo y con la verga asida del palo mayor.



 La señora condesa, ante espectáculo tan lascivo, sufrió uno de aquellos ataques del demonio et dio un empujón al fraile que fue de cabeza al catre, et como loba hambrienta arroxose sobreél entre calenturas et gemidos de gozo et dando grandes alaridos...

“Ayyyyyy que me matasssss, ayyyyyyyy que me vass a partir en dosss, ayyyyyy fraile del demoniooo que muerooo de plaҫer et de gussstoooo..."

 Dixen las malas lenguas que a poco que aconteҫiera este fecho, el fraile bigardo se ayuntó con una bruxa alcahueta et reparadora de virgos et que ambos los dos, escapando del Santo Oficio que los seguía muy de cerca, huyeron a Al-Andalus, donde es sabido llevan vida desordenada, licenciosa et muy pecaminosa. Qué Nostro Señor se apiade dellos. Amén.



 

Cantiga

Fray Martín, engañador

que a costa de ricas dueñas

fuiste grand vividor


A todo aquel que leyere

aquesta estoria fermosa

deixe aquí sus pareceres

cuáles pétalos de rosas


Fray Martin engañador

que a costa de ricas dueñas

fuiste grand vividor


©Javier Carrasco 2012


1 comentario:

  1. Retomo el blog tras algún tiempo de inactividad con un clásico, uno de mis relatos más célebres, un giño de ojo a la picaresca erótico-sentimental del medievo. Un abrazo

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