Una tormenta de mierda arrasa
el país de norte a sur, envenenando
el aire y el ánimo con brisa pestilente.
Oscuros salvapatrias de tres al cuarto
emergen como hongos fétidos
enarbolando sus banderas de odio
hacia el que piensa diferente, tachándolo de traidor
desmembrador del suelo patrio,
o al que viene en busca de esperanza
huyendo de la pobreza y el hambre.
Odio hacia niños indefensos en
necesidad de educación y del cariño
que echan en falta en su tierra devastada
para luego darse golpes de pecho en los templos.
Sobre odio, mentiras y bulos construyen
el pilar sobre el que quieren ostentar
el poder de la corrupción y la manipulación,
en detrimento de la razón y los valores
democráticos, enemigos acérrimos de las libertades.
Líderes de pacotilla, casi analfabetos,
alardean de una libertad inventada, hueca e insolidaria
consistente en tomar cañas y bocadillos
de calamares en las terrazas de los bares,
mientras miles de ancianos mueren
a causa de la pandemia, privados de atención médica.
Masas de borregos ciegos se dejan arrastrar
por cantos de sirenas que les conducen
de manera inexorable hacia los arrecifes,
dinosaurios que vitorean y aplauden
al meteoro que en breve los eliminará,
indiferente, de la faz de la tierra.
La cuestión es ¿deseamos que la
tormenta de mierda sea pasajera, o por contra
se instale definitivamente en nuestras latitudes,
en oposición al anticiclón de las Azores?
En nuestras manos está, no esperemos
a que ningún otro venga a redimirnos.
© Javier Carrasco 2023
Pero tras la tormenta vendrá la calma.... De nosotros va a depender
ResponderEliminarDebería. La razón siempre se impuso a la barbarie, a veces pagando un alto precio
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