De como un rufián llamado Martín tomó los hábitos inspirado por
Satán para engañar a doncellas et dueñas, et como obtenía favores
luxuriosos dellas.
Hobo un vil rufián en el reino de Castilla que vivía de engañar al
prójimo et de lo que sacaba faciendo trampa a los naipes, et tomando
por descuido a incautos et confiados. Más viendo que su negocio
menguaba quiso preguntar a su señor Satán, al que adoraba por haber
vendido su alma a cambio de una vida licenciosa et llena de excesos
et pecados capitales, digo que quísole preguntar a su amo cómo
fazer fortuna en tiempos tan desaforados como los que corrían. De
esta guisa, Satán díxole que mejor tomara hábitos de orden menor,
mendicante, pues podría disfrutar de ciertos privilegios prohibidos
para el resto de los mortales.
Así pues el otrora calavera et pendenciero tornose dócil et pío,
valiéndose de las artes que su amo Satán le concedía et de esta
guisa poder lanzarse por caminos et veredas en busca de almas
perdidas et desorientadas para, aprovechándose de tales
circunstancias, obtener dineros, comida, bebida et hembra plaҫentera
cuando viniese al caso, et todo lo de más que por añadidura podiese
caer de los cielos.
Iba pues el fraile bigardo de aldea en aldea, de pueblo en pueblo,
siempre esquivando al Santo Oficio que ya había puesto precio a la
su cabeҫa, atento a cualquier noticia que le interesara salida de la
boca de aquellos que la lengua sujetar no pueden.
Cierto día, hallábase a la sombra de un fresno pegado a una fuente
del camino cuando oyó a una sierva comentar a otra acerca de la su
señora:
-Pardiez, Sinforosa, que la mi ama anda hecha unas migas, ora
llorando cual Magdalena, ora lanzando gritos y desvaríos, tirándose
de los pelos et convulsionando como poseída...
-Vive Dios –repuso la otra- que ha perdido el seso desde que su
señor el conde partiese en hueste a Tierra Santa. Et decidme,
Clotilde, ¿cómo hallaréis sosiego en esa casa donde la dueña ha
perdido el norte y no sabe ni donde le reposa la su cabeҫa?.
Fray Martín que, faciéndose el bobo, había pegado oído al
parlamento, azuzado por el demonio vio como en breve podría volver a
estar llena su bolsa de maravedíes. Et decía para si: “Por Pólux
que ya entiendo el mal por donde le viene. No encontrará mejor
remedio que el que yo, humilde siervo de Dios, le pueda facilitar.
¡Por el As de Bastos! –y besaba el dedo pulgar e índice a modo
de precaria crux, como es costumbre entre sugetos de su calaña.
Acercose con sigilo y, como aparecido de la nada, díxoles:
-El Señor esté con vuestras mercedes, laboriosas sirvientas. He
oído acerca de la enfermedad de una dueña et el mesmo Iesu Christus
me ha enviado para ofrecerle remedio, pues en mi monasterio físico
soy.
Clotilde, la sierva, era manҫeba algo lerda, retardada en
pensamiento y sin rechistar creyó al falso clérigo, a quien ya
conducía a la casa de su dueña sin titubeos. Pero antes apartose el
fraile con tiento y llenó de agua de una acequia vecina un frasco de
vidrio.
Cuando al cabo fray Martín fue conducido ante la condesa Doña
Leonor, fue tan grande la dicha que sintió al ver su rostro tan
fermoso que olvidó en un soplo las desdichas de su vida. Díxole el
fraile a la condesa:
-Mi señora, dispongo de un remedio infalible para acabar con
vuestros tormentos. Vayamos a vuestros aposentos y dejadme a mí
facer.
La dueña, compungida por las calenturas que la asediaban, tomó al
fraile de la mano y a toda priesa lo conduxo a la suya alcoba.
Estando ya los dos en la estancia nupcial explicole fray Martín:
-Mi señora, es menester que os quitéis vuestros ropajes para
poderos aplicar la milagrosa melecina, pues se trata de agua
procedente del Río Jordán que allá en Tierra Santa está et donde
fue baptizado Nostro Señor.
Sin objeción alguna desprendiose la bella condesa de todos sus
ropajes quedando tal et como vino al mundo, mientras que el fraile
zamacuco tenía a la luxuria pintada en el su extasiado rostro, et
pensaba para si: “Vive Dios que jamás vi tan excelso cuerpo de
divinas proporciones et deslumbrante contorno”. Luego díxole:”
Para que el tratamiento tenga mayor efeto, yo también he de rociarme
con las santas aguas del Jordán”. Y al punto quedose el fraile
como lo echaron al mundo y con la verga asida del palo mayor.
La señora condesa, ante espectáculo tan lascivo, sufrió uno de
aquellos ataques del demonio et dio un empujón al fraile que fue de
cabeza al catre, et como loba hambrienta arroxose sobreél entre
calenturas et gemidos de gozo et dando grandes alaridos...
“Ayyyyyy que me matasssss, ayyyyyyyy que me vass a partir en dosss,
ayyyyyy fraile del demoniooo que muerooo de plaҫer et de
gussstoooo..."
Dixen las malas lenguas que a poco que aconteҫiera este fecho, el
fraile bigardo se ayuntó con una bruxa alcahueta et reparadora de
virgos et que ambos los dos, escapando del Santo Oficio que los
seguía muy de cerca, huyeron a Al-Andalus, donde es sabido llevan
vida desordenada, licenciosa et muy pecaminosa. Qué Nostro Señor se
apiade dellos. Amén.
Cantiga
Fray
Martín, engañador
que
a costa de ricas dueñas
fuiste
grand vividor
A
todo aquel que leyere
aquesta
estoria fermosa
deixe
aquí sus pareceres
cuáles
pétalos de rosas
Fray
Martin engañador
que
a costa de ricas dueñas
fuiste
grand vividor
©Javier Carrasco 2012